viernes, 25 de junio de 2010

VICTOR HUMAREDA- CARETAS


La Sombra de la Falsificación



Humareda en Neoplásicas, en setiembre de 1984. Fue ahí que se le realiza la segunda y última operación y se le extirpan laringe y cuerdas vocales.

Día tras día, Víctor Humareda dejaba su emblemática habitación 283 del Hotel Lima, en La Parada, e iniciaba un largo recorrido. Casa por casa visitaba a los compradores de sus cuadros para cobrar deudas. La mayoría de las veces se llevaba sólo malos ratos. Entraba a bares y restaurantes y hacía bosquejos por algunas monedas. Su facha descuajeringada, coronada por un tonguito y apoyada en un bastón, se tomaba por la de un borrachín representante de la bohemia peruana. Pero él no tomaba ni fumaba. No necesitaba más que manzanilla para soltar sonoras carcajadas y bailar sabrosamente al compás de un bolero o un tango, sin música ni pareja. Porque también se sabía que era un solitario que prefería la marginal compañía de mujeres de burdel, y que en su paupérrimo cuarto del Hotel Lima gustaba conversar con su dorada y adorada imagen de Marilyn Monroe. Quizás para Humareda también fue difícil sacudirse de encima el mito. Como si no hubiese bastado con su pincel colorido e irónico para convertirlo en un hito de la historia peruana del siglo XX.

Y mucho tiene que ver su leyenda para que, a veinte años de su muerte, la obra de Humareda sea una de las más falsificadas en el mercado artístico local. Dudoso honor que comparte con maestros como Sérvulo Gutiérrez y Macedonio de la Torre, a decir del crítico de arte Luis Eduardo Wuffarden, uno de los pocos que autentifica obras. “Lima está inundada de falsificaciones; las hay hasta en las mejores colecciones. Los certificados de autenticidad se pueden falsificar u obtener de gente sin el conocimiento suficiente”, afirma. Martín Moscoso, director de la Oficina de Derechos de Autor de Indecopi, explica que hay varias vías que se pueden seguir frente a la falsificación, plagio o reproducción no autorizada de una obra plástica. Una de ellas es a través de dicha entidad, que no requiere que la pieza en cuestión haya sido registrada por su autor, pero sí que se formule la denuncia y se espere la investigación consiguiente. Por supuesto, para contar los casos que se han denunciado en Indecopi, sobran los dedos de una mano. Cabría suponer que una obra huérfana no tiene lugar en esta de por sí pequeñísima muestra. Moscoso explica que los derechos de autor permanecen hasta setenta años después de su muerte en manos de sus herederos. ¿Y en el caso de Humareda, cuya familia más cercana era una medio hermana que vivía en Arequipa y cuyos alumnos y seguidores –estos sí, cercanos- no pueden ser considerados como depositarios de sus derechos? En ese caso, dice Moscoso, puede entrar a tallar la figura de una fundación que, de haberlo dispuesto así legalmente, puede muy bien administrar el legado del artista y velar porque se respete.

1 comentario:

Canal Gráfico dijo...

Humareda es uno de los pocos artistas que realmente apesar de todo tiene su estilo, saliendo de los margenes del "artista creativo" para pasar a SU mundo urbano e imaginario.

MUY BUEN ARTICULO

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